No debería sorprender a nadie a estas alturas de la historia las barbaridades que hicieron los bolcheviques para hacerse con el poder en Rusia a finales de la década de 1910. Como el fin justificaba todos los medios, pasaron por encima de todo e hicieron atrocidades de todo tipo. Asesinatos incluidos, por supuesto. Pero todo por el pueblo, decían. Esa postura les llevaba a forzar determinadas cuestiones para no dejar mal ese fin que lo justificaba todo. Y eso mismo explica la increíble forma en la que Rusia encontró un campesino para sus negociaciones de paz con Alemania al final de la Primera Guerra Mundial.
El 1 de diciembre de 1917 comenzaron las negociaciones de paz entre Rusia y Alemania en la ciudad de Brest-Litovsk. De un lado de la mesa estaban los alemanes, que eran aristócratas y militares de carrera. Del otro estaban unos pocos comunistas que habían luchado precisamente contra la aristocracia de su país y habían pasado por las cárceles zaristas e incluso por el exilio siberiano. Pero no todos los rusos de la delegación tenían ese pasado.
Coger a un hombre cualquiera por la calle por su apariencia es la increíble forma en la que Rusia encontró un campesino para sus negociaciones de paz con Alemania en 1917
Entre los rusos enviados a pactar la paz estaban un comisario de Finanzas, Grigori Sokólnikov; un editor del Pravda, Adolf Iofe; o una mujer del partido de los socialrevolucionarios de izquierda llamada Anastasiya Bitsenko. Pero también había un campesino llamado Roman Stashkov. Si los rusos más comprometidos con la política y su país estaban un poco desconcertados en esas reuniones y cenas de gala junto con los alemanes, el pobre Stashkov estaba totalmente perdido, y ahora veremos por qué.
Como cuenta Victor Sebestyen en su muy recomendable biografía de Lenin, el camarada Stashkov estaba en las negociaciones por puro accidente. Por ese afán por las apariencias que tenían Lenin y sus compañeros. Como decíamos al comienzo, porque en su retórica el campesino y al obrero debían ser el centro de todo, tuviese sentido o no.
Cuando los representantes rusos se dirigían ya a la estación de tren en Petrogrado para embarcarse rumbo a Brest-Litovsk y comenzar las reuniones para acordar la paz, se dieron cuenta de que no había entre ellos ningún representante de los campesinos del pueblo. Y aquellos les puso nerviosos. Vieron entonces desde el coche a un anciano con ropa y aspecto de hombre del campo. Con una melena gris larga y una barba poblada. Era Roman Stashkov.
Ordenaron parar el coche y le preguntaron al anciano que a dónde iba. Este comentó que se dirigía a la estación para coger el tren e ir a su pueblo natal. Lo invitaron a subir al coche con ellos para acercarlo hasta la estación. La cuestión es que los camaradas políticos iban a la Estación de Viena, para ir hacia el oeste, y el campesino Stashkov iba a la Estación Nikolaevski, de donde salían los trenes hacia la Rusia Central, es decir, al este.
A pesar de no pintar nada en todo aquello, Stashkov sacó cierto partido
Cuando Stashkov se dio cuenta de la situación, pidió que lo dejaran bajar del coche, pero Lev Kámenev, un bolchevique relevante y otro de los miembros de la delegación rusa le dijo que no era necesario que fuera a su pueblo natal. Le invitaban a ir con ellos a firmar la paz con los alemanes, ni más ni menos. Stashkov aceptó, no tanto por formar parte de un hecho histórico, sino más bien por embolsarse el dinero que le ofrecieron por acompañarlos.
Con él tenían ya la excusa de que en las negociaciones había estado presente un representante del campesinado. Aunque como vemos, decir esto es poco menos que absurdo. De hecho era representante plenipotenciario de los campesinos rusos en las conversaciones de paz.
De todos modos, al parecer no lo pasó mal nuestro camarada en aquellos días. Comió y bebió y hasta bromeó con los suyos y con los otros. En una de las cenas, sin ir más lejos, el camarero le preguntó si prefería vino blanco o tinto para acompañar el plato. Lo que respondió Stashkov fue: ¿Cuál es el más fuerte?
Tuvo unos días para disfrutar, si bien pronto pararon las cenas de gala y los encuentros amigables. Debido a que las condiciones para Rusia del acuerdo eran malas, Lenin había dado la orden a Trotski, que fue el líder de las negociaciones, de alargarlas lo máximo posible. Así que este daba largos mítines en las reuniones e iba y volvía sobre cada punto. Al final acabó agotando la paciencia de los germanos.
Recuerden que estábamos en diciembre de 1917 cuando Stashkov iba a la estación. En febrero del año siguiente los alemanes dieron un ultimátum a los rusos. O aceptaban sus condiciones o lanzarían una ofensiva. Al final los rusos bolcheviques aceptaron las duras condiciones ya que no tenían otra salida y el 3 de marzo de 1918 se firmó el tratado de Brest-Litovsk.
Publicado en Curistoria bajo el título: La increíble forma en la que Rusia encontró un campesino para sus negociaciones de paz.