Dos leyendas de caballos y reyes antiguos
Estoy leyendo un magnífico libro sobre los persas, escrito por Lloyd Llewellyn-Jones (enlace afiliado), recién publicado en España, que narra una anécdota con aires de leyenda sobre Darío y su caballo. Sobre cómo consiguió hacerse con el poder gracias a su montura. Al leerlo, he recordado la historia, que también supongo cargada de leyenda, de Alejandro Magno y Bucéfalo. Y me ha parecido adecuado contarles las dos leyendas de caballos y reyes antiguos en una sola entrada de Curistoria.
Dos leyendas de caballos y reyes antiguos, sobre Bucéfalo y Alejandro Magno y sobre cómo Darío I llegó al poder
De esos animales que ha dejado la historia con nombre propio, Bucéfalo es uno de los más relevantes. No en vano, lo montó Alejandro Magno. Según los textos clásicos que han sobrevivido y llegado a nosotros, el caballo era un regalo para Filipo II de Macedonia, el padre de Alejandro. Era negro y más alto de lo habitual en su raza, además de intranquilo e indómito.
Cuando entregaron el animal al rey macedonio, Filipo, su hijo estaba presente. El caballo estaba tan nervioso y violento que los sirvientes no se atrevían a acercarse a él. Alejandro, según escribió Plutarco, después de quejarse del resto de hombres allí presentes, se acercó al caballo caminando tranquilamente, tomó las riendas y lo movió, apenas girándolo. El animal se calmó y el joven acabó montándolo sin problemas, ante la admiración de todos.
Esta historia, que huele mucho a leyenda, explica que Alejandro había notado que el caballo estaba asustado por su propia sombra. Lo que hizo entonces fue moverlo para dejarlo frente al sol y que la sombra quedara a la espalda del caballo, donde no la veía. Con eso, Bucéfalo se tranquilizó, y se unió para siempre a su señor.
Darío I se sublevó con otros seis y, tras vencer, decidieron que sus caballos elegirían al rey
La historia de Darío también tiene un caballo como protagonista, y un truco de por medio. Pero, eso sí, el premio fue mucho más jugoso. El rey Darío I de Persia no llegó al trono como hijo del rey anterior, sino tras la muerte de Cambises II y del hermano de este, Esmerdis. Ya saben, juego de tronos y traiciones entre hermanos. Una historia apasionante, eso sí.
Darío se levantó junto con otros nobles, aunque no sé si esta palabra sería la adecuada, contra Esmerdis. Este se había proclamado rey de Persia aprovechando que su hermano llevaba mucho tiempo en Egipto, que por aquel entonces eran territorios del imperio persa. Cambises, en el camino desde Egipto para enfrentarse a su hermano, murió. También hubo un caballo involucrado, ya que el rey se clavó su propia daga en el muslo al subir al caballo y la herida fue fatal a la postre.
Para los persas, los caballos eran muy importantes. De hecho, había pueblos nómadas que podríamos decir que vivían a lomos de caballos. Tanto es así que había rituales de hipomancia, donde se atribuía a estos animales capacidades mágicas.
Si creemos la leyenda, Darío utilizó una yegua para hacer a su caballo relinchar
Dice la leyenda que los siete hombres que se habían sublevado contra Esmerdis y que se habían hecho con el poder, acordaron que el primer caballo que relinchara al amanecer haría que su dueño fuera el nuevo rey. De esa forma, se elegiría al primus inter pares. Por supuesto, el primero que relinchó al amanecer fue el de Darío, que se convirtió así en el elegido.
Igual que Alejandro usó el truco de la sombra para tranquilizar a Bucéfalo, Darío I empleó una artimaña para hacer a su caballo relinchar. Cuando los siete se reunieron ante sus monturas para ver amanecer y esperar el primer relincho, el mozo de cuadra de Darío le dio a oler su mano al caballo de su señor. El mozo había estado tocando antes de aquel momento los genitales de una yegua en celo, lo que causó el relincho y, por lo tanto, la subida de Darío I al trono de un imperio enorme y poderosísimo.
Dudo mucho que todo esta sea verdad, y estoy convencido que Darío I fue el rey entre todos los sublevados por otros caminos. Caminos que seguro también tenían trucos y trampas, pero de otro tipo. En cualquier caso, como siempre, estas historias, a pesar de ser leyendas, merecen ser conocidas.
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